Modernidad, judaísmo y amores “prohibidos”

Dentro de las más arraigadas y antiguas religiones y teosofías, surgen como brotes indetenibles los vientos de la renovación; el judaísmo, tan sólido y en apariencia inamovible, no escapa a ello.  La posición ante la diversidad sexual, por ejemplo, define posturas y actitudes que signan la tradición y la modernidad, pero más allá de esto, implican la verdadera dosis de amor y comprensión que presuntamente, deben encabezar todos los credos, por encima de dogmas y preceptos.

Los secretos (2008), de la realizadora Avi Nesher (Turn Left at the End of the World) se enmarca en el mundo de la Cábala, concretamente dentro de Safed, un centro de estudio femenino sobre esa, la máxima expresión de la teología hebrea; allí se conocen dos muchachas que portan en sí opuestas posiciones acerca del saber y la vida: Naomi, brillante estudiosa pero que parece haber heredado de su padre (un judío ultra ortodoxo) la visión tradicionalista, y Sigi, quien proyecta una actitud mucho más desenfadada e iconoclasta; entre ambas comienzan a surgir lazos profundos que enrolan incluso, el erotismo.

Otras mujeres muy importantes en el relato son:  Michelle, rebelde y agresiva, debido a serios problemas que arrastra de su casa en Francia; la rectora, debatida entre justicia e igualdad feministas, y sobre todo Anouk, mujer  atormentada por un pasado torturante y a quien las amigas protagónicas ayudarán a “exorcizar”.

Los secretos descuella por la reciedumbre en sus personajes, seres humanos contradictorios y complejos, ricos y motivadores; la realizadora trasciende posturas feministas para diseñar sencillamente, seres humanos, más allá de géneros.  Muchos y muy diversos temas, como se ha podido vislumbrar, se unen en el filme; varias capas y niveles semánticos se enlazan, mas todos son desarrollados coherente y profundamente: la vida como algo mucho más sustancioso y trascendente que la más perfecta de las doctrinas y los cánones; el amor que surge más allá de los signos y tendencias, pero que conoce a la vez bridas culturales y frenos que obedecen a tradiciones arraigadas; las nuevas ideas que circulan (y oxigenan) los cuerpos teológicos; las siempre conflictivas luchas entre letra y espíritu, entre deber y tener, entre poder y sensibilidad…

El filme contagia al espectador de su sincera pasión ajena sin embargo a últimas palabras y camisas de fuerza; la directora no juzga; expone, analiza, sopesa matices, y nos conmina a ello; el espectador sale sin lugar a dudas enriquecido y capaz de enfrentarse a batallas semejantes.

En el éxito del filme ─selección oficial en Toronto y reverenciado por la crítica internacional─ tienen mucho que ver sus excelentes actuaciones, donde a la veterana francesa Fanny Ardant (Anouk) se unen las jóvenes hebreas Ania Bukstein, Dana Ivgi, Michal Shtalmer y el resto del elenco. Para no perderla.

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