Teresa de Jesús Fernández: la lesbofobia “hay que empezar a mencionarla”

Teresa de Jesús Fernández, o simplemente Tere, posee un encanto particular: va de la cita erudita al activismo sexopolítico con fluidez sorprendente.

Su activismo, cercano a la feminista radical francesa Monique Wittig (1953-2003), pone en crisis el orden heterosexual y condena las lógicas del poder machista que condiciona el ser y el desear de las mujeres lesbianas.

Como coordinadora de la Red de Mujeres Lesbianas y Bisexuales, ha denunciado la invisibilidad en la que viven las mujeres por su orientación sexual e identidad de género y construido un espacio para el empoderamiento. Como filóloga, conoce del valor de las palabras y prefiere usar los términos correctos, aunque duelan y “ofendan”.

Muchas veces, se invisibilizan a las mujeres lesbianas como sujetos víctimas de violencia de género. ¿Por qué cree que esto sucede?

No se ha logrado crear realmente una conciencia plena de que la lesbofobia es una manifestación de la violencia de género, ejercida sobre las mujeres lesbianas y no una manifestación practicada solo desde las personas heterosexuales, mujeres y hombres heterosexuales lesbofóbicos, sino también la realizan otras mujeres lesbianas y algunos hombres homosexuales lesbofóbicos.

Incluso constituye una violencia interiorizada. Las personas, generalmente, dicen ‘internalizada’, por la palabra inglesa, pero en castellano se dice interiorizada.

Cuando se afirma que el término homofobia engloba la discriminación hacia hombres y mujeres homosexuales de cierta manera es falso. La homofobia, odio irracional hacia las personas homosexuales, se identifica mucho más con los hombres que con las mujeres, si no el término lesbofobia no hubiera surgido jamás. Es una realidad y es patente. Por eso hay que empezar a mencionarla.

Es importante señalar que cuando se hacen estudios sobre la homosexualidad, hay muy pocos sobre las mujeres lesbianas, no solo a nivel nacional, sino también internacional. Se puede buscar bibliografía y se nota los vacíos existentes con respecto a las mujeres lesbianas. Sobre todo, la presencia de las mujeres lesbianas en la historia, se notará muchos vacíos.

Se conocen nombres de grandes hombres de la historia, la cultura, las artes, la política, la filosofía, que son homosexuales. Sin embargo, no se dice que existen grandes mujeres en las ciencias, las artes y las políticas que son además lesbianas. Se puede hacer un listado y la condición de mujeres lesbianas está silenciada.

Responde también al concepto patriarcal de cultura. Se da mucha más relevancia a los hombres, incluso homosexuales, que a las mujeres. Las mujeres lesbianas ocupan un cuarto lugar. Su lugar estará después de hombres y mujeres heterosexuales, hombres homosexuales y entonces mujeres lesbianas.

Sin olvidar que la transexualidad es una identidad muy golpeada, las personas transexuales encuentran una fuerza interior para hacerse más visibles que las mujeres lesbianas.

Seguramente, las mujeres lesbianas viven hacia adentro como resultado de la cultura, por esa educación que han recibido durante toda su vida, donde se le ha inculcado, a la mujer, que es de la casa, cuidadora, procreadora; tiene que velar su intimidad; no debe vivir públicamente o en los espacios públicos tiene que manifestarse de manera comedida.

Esa enseñanza atraviesa la cultura de la mujer lesbiana. Aunque se sienta muy fuerte en sus convicciones pesa sobre ella la cultura, al punto que una de las manifestaciones más evidente es la lesbofobia interiorizada que muchas mujeres lesbianas demuestran.

¿En qué difiere la lesbofobia de otras fobias y por qué la resistencia de abordar la complejidad de esta discriminación?

La lesbofobia está dirigida específicamente hacia las mujeres lesbianas. Difiere en el hecho de que una mujer lesbiana puede recibir el repudio, el estigma, la discriminación de sus pares homosexuales. En realidad, eso no la diferencia mucho de la transfobia pues, muchas veces, las personas transexuales reciben el repudio de sus pares homosexuales, incluso de sus pares lesbianas. Por tanto, si hay dos categorías que podrían estar expuestas a la discriminación con mayor intensidad, son las personas transexuales y lesbianas.

Si tuviera que hacer un escalafón sobre la discriminación, los que salen mejor parados son los hombres homosexuales, porque está interiorizada en nuestra cultura que, haber nacido con la posibilidad de ser clasificado como varón y, más adelante en su desarrollo como hombre en nuestra sociedad, significa un plus.

Cuando digo en nuestra sociedad me refiero a la sociedad en general. En cualquier cultura, idiosincrasia o religión, los hombres están siempre en un escalón por encima.

Eso sería lo que más daña la situación de la mujer lesbiana y como quiera que sea siempre está por debajo de la categoría hombre y, en ella se inscribe el hombre homosexual.

Cuando se habla de mujeres lesbianas, suele exponerse la violencia que se ejerce entre ellas. ¿Cree usted que esta es una manera de silenciar la violencia desplegada sobre ellas, como mujeres y lesbianas?

Cuando se habla de la violencia a la que están expuestas las mujeres lesbianas y se resalta la propia violencia que pueden ejercer las mujeres lesbianas sobre sus iguales, eso es lesbofobia pura y dura, porque se ignora todas las demás violencias a las que las mujeres lesbianas están sometidas continuamente.

Se conoce muy poco de la sexualidad de las mujeres lesbianas y de las expropiaciones en las cuales viven las mujeres lesbianas. Se sabe muy poco de toda la violencia que han sufrido las mujeres lesbianas a lo largo de la historia de la humanidad.

No sucede con otras categorías que han sufrido violencias. Sobre la identidad hombre homosexual hay mucho más conocimiento de sus problemas, las persecuciones y los horrores que han padecido. Se va a encontrar, sobre otros grupos minoritarios, mucho más de lo que se sabe de las mujeres lesbianas.

Sobre ellas recae un estigma muy fuerte. A la lesbiana siempre se le identifica de manera negativa, se le atribuyen los peores valores que se pueden vincular a las personas. Se les concibe como una mujer fea, violenta, hombruna que no se aviene al concepto hegemónico de mujer que el patriarcado ha impuesto en las cabezas de las personas y en la cultura. Por tanto, la mujer lesbiana se aleja mucho de lo que prevalece en el imaginario popular como el “deber ser” de una mujer.

Cuando se dice mujer, se entiende mujer-belleza, mujer-fragilidad, mujer-madre, mujer-esposa abnegada, mujer-dulzura. Son categorías que se adhieren al estatus mujer. Responden, por supuesto, a la dominación del hombre sobre la mujer, porque una mujer pura, abnegada, bella, trabajadora, expresa los intereses del hombre, quien en realidad ejerce el poder.

A tal punto que la mujer que ha superado esas barreras, ha alcanzado altos grados científicos y se ha convertido en una trabajadora de éxito, con poder decisorio a nivel social, posiblemente, dentro de los muros de su casa tiene que seguir jugando el papel de mujer abnegada, hija pródiga, cuidadora y hacer todo lo que se supone e impone como labores propias del sexo femenino.

La mujer no ha logrado emanciparse de ninguna de esas casillas en las que la han encerrado, durante siglos de dominación patriarcal de la humanidad.

La mujer lesbiana, de alguna manera, escapa de ese encierro. Cuando no necesita un hombre para sustentar su economía, vivir su sexualidad; cuando del hombre solo necesitaría el semen para concebir su familia, para tener sus hijos e hijas, esa mujer está contraviniendo con lo establecido, con ese orden jerárquico y de cultura patriarcal.

Esa es una mujer peligrosa: se hace necesario crear una imagen negativa, estigmatizadora para combatirla. Por tanto, a nadie se le ocurre decir “esa mujer lesbiana es bella, sensible, inteligente, capaz, amorosa con sus hijos, cuidadora de sus padres”. A nadie se le ocurre dibujar esa mujer.

La mujer lesbiana no está diseñada dentro del parámetro culturalmente aceptado, ni siquiera de lo culturalmente añorado. Mientras la mujer lesbiana no pueda inscribirse dentro de esos parámetros estará siempre bajo la dominación del poder que la discrimina, la estigmatiza y la muestra como la otredad negativa.

Es terrible, porque no permite una mirada afectuosa, atenta, agradable, de respeto hacia esa mujer. Tiene que luchar más, demostrar más, porque la gente es incapaz de colocarla en una categoría de amor.

¿Desde su perspectiva, qué desafíos se les plantea a la sociedad cubana hoy para erradicar la violencia hacia las mujeres lesbianas?

Hay que educar a todas las personas en el respeto a los seres humanos. Dentro de ese respeto, habría que inculcar a todas/os, que una mujer lesbiana es un ser humano, perfecto e imperfecto, como cualquier ser humano y merecedor de respeto, consideración, atenciones, cuidado y está a la misma altura con que se mire al ser humano más excelso.

Habría que romper con la cultura patriarcal, resquebrajar el concepto de que el hombre es un ser superior, como hombre en sí; borrar la concepción de que la heterosexualidad es la que hace a los seres humanos mejores. Romper con tantos esquemas desde la educación, sería la única manera de lograr respeto hacia todas las personas. Sobre todo, empezaría a darse los primeros pasos hacia la liberación de la discriminación homofóbica y hacia las mujeres lesbianas.

El día que podamos mirarnos todos frente a frente, con tranquilidad y nadie se sienta superior a otro ser humano, no solo por orientación sexual e identidad de género, sino también por color de la piel, ideología, religión, situación económica, geográfica, por ser alto o bajo. Cuando los seres humanos nos miremos esencialmente, estaremos dando un paso y será para eliminar la lesbofobia y todas las discriminaciones que ejercen unos seres humanos hacia otros.

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