Lo que cuentan (y… callan) las mujeres

¿Existe una escritura femenina? ¿Qué es una escritura femenina? ¿Cuáles son las posibles fronteras creativas entre hombres y mujeres? ¿Las mujeres, por antonomasia, pertenecen a los espacios privados de la vida y, por tanto, su escritura refleja un cosmos interior, diferente a lo masculino, símbolo de poder y movilización pública? Como podemos notar, son muchas las interrogantes que nos inquietan cuando feministas europeas, como Hélène Cisoux, afirman rotundamente.

Pero sí es cierto que la escritura guarda relaciones tensas entre género y poder no siempre reconciliables. En este punto, la escuela norteamericana con Judith Butler a la cabeza, refiere la escritura femenina como un texto político de minorías, que rediseña nuevos espacios de poder. Los constructos simbólicos del género acompañan al sexo hasta encadenarlos en maneras y actitudes “aceptables” por todos y todas.

Decir que existe una escritura femenina, es afirmar que los operativos sociosexuales de la heteronormatividad condicionan lo femenino a un orden y una escritura limítrofe y limitada. Si existe una escritura femenina, no es en función de un universo particular y segregado, sino el modo de expresar particularidades étnicas, genéricas, clasistas, religiosas entre otras, como los judíos contarían El Holocausto, los negros trasplantados abordarían la esclavitud o, incluso, las mujeres narrarían su ascenso histórico en la toma de decisiones políticas.

Una antología de testimonios de mujeres comprometidas con la historia y consigo mismas, ponen en declive las nociones de una escritura femenina absoluta y nos despliega naturalezas diferentes de una misma esencia. Las mujeres aquí reunidas, sin afanes literarios, revelan un mundo propio, una psicología personal que las hace cuestionar su entorno y sus relaciones con él. Lo cuentan las mujeres construye voces femeninas, anhelos, desencuentros; visibiliza injusticias, conflictos; rompe con un modo de ser percibida y autopercibirse en una sociedad que las relega a roles prediseñados para hacer silencio y transparentarse. Sin embargo,  mediante la palabra se erosiona una realidad impuesta y contraproducente al diálogo intergenérico y redimensiona la sociedad en la búsqueda de espacios de inclusión. Es que no podemos ser ingenuos y pensar que un proyecto editorial de tal magnitud, naufraga en un océano de indiferencia. Suele suceder, pero el interés de este volumen no es adoctrinar en la tolerancia, sino concientizar en la diferencia. Insisto en hablar de mujeres, en detrimento de lo femenino. Mientras lo primero nos devela sujetos en conflictos cotidianos y su existencia transgrede cada acto de la vida, lo segundo tiende a la abstracción ficcional de un constructo óntico multiforme que fluye y evade, es decir, una herramienta académica para contener realidades diversas.

Lo cuentan las mujeres nos ofrece las finalistas del Concurso de igual nombre, que se proponía juntar relatos de mujeres. La institución que lo convocó, el CENESEX, no previó la magnitud del evento y cientos de mujeres de todo el país contaban sus historias (quizás por primera vez con cierto grado de desenfado) para verse en el reflejo de otras mujeres con historias semejantes. Por primera vez, amas de casa, abuelas, excombatientes, trabajadoras se desnudaban para mostrarnos sus conflictos a flor de piel, despojados de toda sensiblería, sujeción a las normas, simplemente ser ellas en “cuerpo y alma”. Las mujeres se transfiguraban, ahora, en metáforas de paloma, hierro, paciencia, amante…, las mujeres podían ser una y todas a la vez. Es a lo que nos convida este volumen creer, a romper silencios, a ensanchar los márgenes de libertades y sociabilidades humanas.

Desde luego quebrar el silencio, o peor aún, desmontar las normas impuestas para autorreafirmarse como mujeres imperfectas, fuera de los estereotipos, casi siempre las lleva a la hoguera como a Juana de Arco o las convierten en brujas. Realmente es un libro herético, Lo cuentan las mujeres, de conjuraciones que nos seduce en la intimidad del diálogo que pactamos con ellas. Puesto que aquí voz narrativa y autora son el mismo sujeto, el aspecto literario se debe más a la puesta discursiva de historias reales en circunstancias históricas concretas que a la solución artística como ornamento forzado y poco feliz.

En historias conmovedoras como Mi abuela y yo o ingeniosas como Plegaria de agradecimiento, el tejido textual imagina mujeres que se crecen en Cuba, bajo una Revolución (“Las Anas”) como proceso de transformación social e individual que compromete vidas en sucesos históricos relevantes. El infinito amor a los hijos (En el corazón) que compele a compartir el dolor y el silencio, ir al encuentro de la felicidad en la relación de parejas (En la tercera edad conocí el amor) contra todo pronóstico, aferrarse tesoneramente a proyectos de vida (Voluntad y perseverancia) para alcanzar sueños, son algunos de los temas que constituyen este libro. Por su parte el tratamiento del VIH sida y el embarazo correlacionan gestiones humanas de proyectos sociales en contingencias duras para la narradora. En fin, se desprende la vida en cada testimonio.

Lo cuentan las mujeres nos lleva de la mano hacia otras dimensiones de ser mujer. Es una posibilidad de objetaren contra del silencio, de crear causa común a favor de la diferencia. Es una alternativa de empoderamiento femenino ante el sexismo dominante. Pero es sobre todo un libro ameno, apasionante que esparce vida en sus páginas. Allí no solo encontrará el lector lo que cuentan las mujeres, que es mucho pedir y brota de la polifonía de voces femeninas allí reunidas, sino también lo que callan.

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