Una larga Noche, cine cubano para un debate sobre sexualidades, familias y género

¡Qué pena que haya sido una extranjera! No puedo librarme de mi chovinismo, al pensar en la película cubana Una Noche, con guión y dirección de la joven cineasta inglesa, Lucy Mulloy. Tampoco puedo dejar de preguntarme cómo esta historia no salió de alguien nacido bajo este sol. Sin embargo, a la vez, me complace mucho que sea una mujer, venga de donde venga.

Rodada enteramente en Cuba, entre 2007 y 2011, con un elenco de no-actores y profesionales cubanos, Una Noche cuenta la historia de dos adolescentes habaneros que sueñan con vivir en Miami. Pero mientras Mulloy nos relata cómo Raúl y Elio planean ir, en balsa, tras el sueño americano, y cómo Lila —hermana gemela de Elio— se involucra; se adentra en unos personajes llenos de energía y frustraciones, propias de su edad y el contexto que les tocó vivir.
Una Noche es, sin dudas, una deuda saldada del cine cubano con las personas que emigraron poniendo en riesgo su vida (Según datos del Servicio de Guardacostas de Estados Unidos, la cifra de personas interceptadas, de octubre de 2011 hasta hoy, es de 2,574), animadas por la Ley de Ajuste Cubano, que otorga privilegios a quienes arriben desde Cuba; también, el fin de la inocencia de quienes idean lanzarse al mar en busca de mejores condiciones económicas, desconociendo los riesgos de la travesía y qué les espera al final del viaje.
Pero lo que verdaderamente me llama la atención de esta película es que la cineasta exploró las sexualidades, las cuestiones de género y las familias cubanas. Mulloy fue más allá del estereotipo de la Isla sexual o de la jinetera y el extranjero, que nos venden las coproducciones y hasta el cine nacional. Salvo algunas escenas que descubren la mirada de una extranjera, aquí todo tiene sentido, encaja, para usar la palabra exacta.
Elio ama a Raúl; pero Raúl gusta de Lila, un triángulo amoroso pulidamente manejado por la guionista.
Raúl es “el bárbaro de la película”, el macho hegemónico, el que saca toda su frustración —o la esconde—con su sexualidad a flor de piel. Lo único que lo detiene en el filme, es descubrir, tras una apariencia de mujer, el pene de una travesti que hace las calles en La Habana. Su padre emigró a Estados Unidos, sin dejar rastro, y su madre, con VIH (virus de la inmunodeficiencia humana, causante del sida), se prostituye en las noches con extranjeros.
Lila y Elio son hijos de una madre violentada por un padre militar, que la traiciona con una mujer más joven. Lila lo sabe.
Elio reprime su atracción por Raúl. Tiene miedo de la reacción de una sociedad aún homofóbica; miedo del rechazo de Raúl, por el que realmente se lanza al mar.
Lila no quiere saber de los hombres, pero comienza a ensayar con el espejo (¿quién no se abalanzó simulando que este era el ser deseado?). Ella es víctima de bullying en la escuela, por ser “diferente” a las otras muchachas.
Mientras Lila estudia, Elio y Raúl trabajan en la cocina de un Hotel ¡Cada cual a su rol de género!…
Mulloy expone, sin alharaca y con realismo, una parte de la prostitución masculina y femenina, el llamado sexo transaccional, la violencia contra las mujeres, diversos tipos de familias, la infidelidad, el abuso sexual, las masculinidades, la homofobia y hasta un tipo de parafilia.
Por eso, a Una Noche le toca, además de reabrir la discusión sobre la emigración, aportar al debate sobre esa zona de silencio que son las sexualidades —más aún las adolescentes—, nuestras familias, la homofobia y las relaciones de género, en la Cuba de hoy.
¡Ojalá, no sea mucha nuestra exigencia, Lucy Mulloy!

Centro Nacional de Educación Sexual

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