“Visibilizar las posibilidades de cambios que tienen todos los sujetos”

Periodismo y activismo son pistas para alcanzar a Lirians Gordillo. Su voz, intérprete de las complejidades entre identidades y comunicaciones, constituye  una alternativa para pensar en  una Cuba diferente.

Como corresponsal en el Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe (SEMLAC) o en la Editorial de la Mujer, muestra las múltiples facetas de la violencia machista, como prefiere enunciarla, a la vez que construye espacios mediáticos de denuncia permanente.

Son muchos los desafíos de los medios de comunicación para contrarrestar la violencia de género en el contexto cubano actual. Construir un enfoque de comunicación holístico y estratégico de equidad reta a los especialistas y a los medios en su gestión.

En la actualidad se debate sobre los medios de comunicación y la violencia, tanto para perpetuarla como para prevenirla. ¿Cuál es su proyección al respecto?

La violencia como problemática social es compleja y multifactorial. Por supuesto, los medios de comunicación masivos son uno de los actores, tanto para perpetuarla o construir una sociedad sin violencia por motivos de género.

El análisis va en esos dos caminos: En el primero, como reproductor de toda la violencia simbólica —aquellas representaciones sexistas que generan estereotipos y prejuicios—, que sustenta, fundamenta e intensifica la violencia por motivos de género. Eso se ejemplifica de disímiles formas.

Quizás la manera más cercana o conocida es la cosificación o erotización de los cuerpos de las mujeres en función de una sociedad patriarcal y heteronormativa. Esa identidad, ese cuerpo femenino fragmentado, sexualizado para un hombre. Se establece como propiedad para la heteronormatividad masculina, no hombres propiamente, pues supera los cuerpos.

Ese ser humano que son las mujeres, se erige como propiedad y objeto. Más allá de los cuerpos, hay espacios, relaciones, roles, construidos simbólicamente como lo femenino, devenidos subalternos: débiles para dominar. Esta es la manera en la que los medios se entroncan con una ideología discriminatoria —machista, patriarcal, racista, heteronormativa y homofóbica.

En el segundo, en consonancia con los cambios de la sociedad, también en los medios existen expresiones de esa contracultura, de los sujetos sociales y los grupos que luchan contra la violencia machista.

Se dan esas tensiones: se encuentran realizaciones audiovisuales de diversa índole que expresan una ideología de género emancipada, apuestan por la equidad, critican y subvierten los estereotipos machistas, a la vez que proponen otra manera de representar.

De manera puntual, los medios han sido utilizados, en distintos estratos, a favor de los grupos y las instituciones, de los sujetos que denuncian, trabajan para su prevención, apoyan a las mujeres víctimas y cubren todo el complejo panorama que implica la violencia.

En esa visión de asumir la comunicación a favor de campañas, estrategias institucionales, grupales o de un solo sujeto, existen dos maneras de apropiarse de los medios: la más recurrida, lamentablemente, se concibe desde una perspectiva utilitaria para reproducir un mensaje.

Puede tener muy buenas intenciones u objetivos pero no puede asumir todos los espacios comunicativos, porque se pierde en el camino la posibilidad de llegar al público. Una visión utilitaria de la comunicación, por ejemplo,  pudiera ser la más informativa y aun así, debe saber qué le interesa a las personas y sus lenguajes.

Un reto que debe enfrentar la comunicación desde la comunicación, para poder avanzar en temas de violencia machista, es el cómo integrar el conocimiento científico —estudios más estadísticos, la complejidad de cómo presentar a las sobrevivientes y víctimas, la necesidad de los temas legales o de una ley, la atención a las mujeres—, producido desde la academia.

Todo esto tiene que ponerse en clave de comunicación; no es transpolar de un espacio a otro, porque puede que no llegue a la gente, lo cual no implica renunciar a términos que son importantes posicionar.

Por otra parte, estaría en una perspectiva más sistémica, compleja y holística de la violencia por motivos de género o machista hacia las mujeres y las niñas, la necesidad de integrar las distintas ciencias, aspectos profesionales y objetivos. Si bien es importante prevenir, atender, sancionar, reparar el daño, comunicar y construir otra sociedad, no se puede poner en una escala de prioridades.Tiene que integrarse para poder avanzar. La comunicación puede integrar esos distintos  espacios, lenguajes y propósitos con el fin común de erradicar la violencia.

Cuando se habla de violencia de género en los medios, en ocasiones, se percibe que solo se refieren a las mujeres, sobre todo heterosexuales. Evidentemente, es un obstáculo para abordar otras identidades. ¿Cómo se puede transformar esta situación?

Es un proceso histórico abordar cualquier problemática social, por tanto se va evolucionando con el tiempo. Hasta cierto punto era lógico que se visibilizara a las mujeres heterosexuales como víctima. Estadísticamente son las que más violencias reciben como población. Esa lógica también implica un silenciamiento y una discriminación hacia la diversidad dentro de esas mujeres.

Prefiero hablar de violencia machista, más allá de violencia por motivos de género, porque se incluye a quien discrimina y a quien violenta y los sujetos subordinados al patriarcado. En este grupo se encuentran las mujeres y su diversidad: bisexuales y homosexuales, con alguna discapacidad, negras, profesionales, obreras, rurales. Esa diversidad necesita irse visibilizando.

Encontrar instituciones, grupos y personas que asumen estas campañas para toda la diversidad, es un desafío y, a la vez, un reto comunicativo.

Cómo hacer estrategias, cuando nada más en nuestro país se visibiliza una, dos o tres campañas, pero cuando supera ese número, no tienen correlación entre todas; o se repiten o se anulan.

Si pudieran tener sinergias, en una estrategia nacional, con un mismo lema sombrilla, con prioridad desde lo político, pudieran relacionarse en términos de estrategias comunicativas, para alcanzar la diversidad de los sujetos a los que les habla.

Constituye un reto porque tenemos que romper con esta socialización milenaria de pensar en dos. El binarismo está en nuestra vida entroncada a nivel de colores, posicionamientos ideológicos, de sexualidades, la computación—es cero o uno. Romper con la lógica binaria es un desafío para la humanidad y también para el tratamiento de la comunicación del tema de la violencia machista.

Iremos avanzando hacia eso. Todavía vivimos en sociedades heteropatriarcales, pero eso no anula la posibilidad de ser diversos. En la diversidad también hay unidad. Lo importante es dialogar y ponernos de acuerdo en cómo lo vamos a hacer.

En el escenario cubano se han elaborado manuales o descritos  procederes de cómo abordar los temas de la violencia de género o el tratamiento a la víctima. ¿Cuáles podrían ser las luces y sombras de esos trabajos?

En ese sentido, existe un esfuerzo visualizado en algunas tesis de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. La Dra.C. Isabel Moya Richard ha logrado no solo que haya una asignatura optativa  Comunicación y Género, sino también a través de la Cátedra Mirta Aguirre del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, la cual dirige, se den distintos espacios formativos sobre estos temas.

Va mucho más allá de la existencia de un manual y poder encontrar en él determinadas herramientas. Estos temas necesitan preparación. Decía hace poco una colega de Camagüey que no se podían abordar desde el voluntarismo o ser sensible al tema,  porque podemos estar reproduciendo los mismo estereotipos.

Hace falta formarse, conocer los datos,  a los especialistas que constituyen fuentes importantes validadas por su trabajo; dar voz a las víctimas y a las sobrevivientes, sin revictimizarlas ni culpabilizarlas; también atacar desde la sociedad los mitos, roles, estereotipos, estructuras que reproducen la violencia y la discriminación.

Hablar de la violencia de género no solo es incidir sobre ella directamente en cualquier producto comunicativo, sino además desmontar los mitos que ubican un espacio, rol o comportamiento solo para los hombres o mujeres heteropatriarcales. Todo lo que sea a favor de la autonomía de los sujetos que históricamente han sido discriminados, irá también a favor de una vida sin violencia de género.

Existen varios manuales que lamentablemente no llegan a todas las universidades. Un manual como Letra con género. Propuesta para el tratamiento de la violencia de género en los medios de comunicación, de Isabel Moya, su distribución se ha circunscrito a La Habana. Es importante que esa formación no sea opcional. Si nuestro proyecto social busca conquistar la justicia, pues educarnos es fundamental.

Habrá estudiantes que se especialicen en estos temas, pero otros  que hablaran del deporte, la economía, la política, las ciencias conscientes de una ideología de género equitativa. Tenemos que avanzar pero hay que apoyar los espacios de formación que existen, como el Instituto Internacional de Periodismo, a los que pueden acceder especialistas de todo el país.

Resulta imprescindible establecer una política social compleja e integradora de comunicación, que incluya a su vez los temas de género y comunicación; que aporte y apoye la superación profesional; y sirva para el monitoreo de los medios estatales y no, pues el panorama cada vez es más complejo.

Necesitamos establecer diálogos con directivos, prioridades y líneas de trabajos. Hace falta voluntad política y potestad para aprobar documentos, maneras de hacer, aunque son necesarias las recomendaciones y las pautas  de textos como el de Isabel Moya.

¿Es posible construir un mundo diferente desde los medios?

La capacidad de simbolizar es una de las cosas que nos ha hecho civilización. La construcción social es un invento humano. Superamos nuestra esencia animal a partir de la capacidad de simbolizar la vida y darle nuevos significados. Superamos hace mucho tiempo, la dualidad del cuerpo  y la mente, y por tanto el cuerpo puede ir adonde la mente, el corazón o los sentimientos dicen. Ahí está nuestra capacidad de construir lo que soñamos.

No es fácil. La civilización que construimos se ha basado en la explotación de otros. Existen privilegios que las personas no quieren perder. Hay que luchar contra esos privilegios; tener conciencia de los privilegios propios y del espacio de los otros.

Tenemos que construir nuevos símbolos pero, ni siquiera eso es difícil, con visualizar la compleja realidad cotidiana y las historias humanas, es suficiente para que las personas vean cómo se puede vivir y mostrar la diversidad desde lo que tenemos en común  que son los valores.

La violencia es tan mala cuando se ejerce contra una mujer profesional, blanca, citadina, heterosexual, como la que se ejerce, incluso peor, contra una muchacha trans, lesbiana, negra y prostituta. Una no es más que otra. Se tienen que visibilizar los valores, las posibilidades de cambios y construcción que tienen todos los sujetos.

Por otra parte, ¿cómo reaccionaríamos como sociedad ante los victimarios, ante las estructuras sociales, ante las personas que ejercen ese poder? Debemos sensibilizar, pero también sancionar y hacer frente a ello, sin deshumanizar a la gente. Tenemos que establecer leyes, mecanismos, imaginarios y no rendirnos en el camino.

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