El cine y la diversidad sexual

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En preparación está el libro Diferente. El cine y la diversidad sexual, de Frank Padrón, por Ediciones Icaic, el cual se prevé para diciembre de este año, 2014.

Como infiere su título, gira en torno a ese proyecto que –así nombrado- surgió hace 6 años con la tutela del Cenesex y el couaspicio del Icaic, con funciones mensuales que incluyen presentación y debate de los filmes: el Cine Club Diferente.

El ensayo dedica su 2da parte al mismo, con testimonios y reflexiones no solo de su coordinador, Frank Padrón , sino de otros profesionales de los medios y la ciencia que  han colaborado con él, así como una selección de las reseñas que han antecedido  las proyecciones, las cuales se han publicado en diversos sitios, entre ellos nuestra propia página.

Pero, como también se anuncia desde su título, el libro trasciende la experiencia del Cine club y discursa en torno a ese tipo de cine, con estudios que tienen que ver con la teoría queer, las identidades eróticas y su huella en el cine internacional, latinoamericano y cubano, tanto en la ficción como en el documental.

El prólogo corrió a cargo de otro gran investigador del tema (Victor Fowler), la edición la lleva el laureado Túpac Pinilla y el diseño es de Pilar Fernández Melo.

Diferente. El cine y la diversidad sexual, de Frank Padrón, tendrá varias presentaciones, pues el Instituto Cubano del libro lo ha elegido para su plan de ediciones especiales.

Les dejamos un adelanto de lo que será la introducción del libro, disfrútenlo.

Sexualidad(es). El jardín de los senderos que se bifurcan

Aunque el título del libro pudiera parecer demasiado dilatado en contraste con lo que, en realidad, se encontrará en su corpus, reúno aquí ensayos de diferentes épocas en torno al tema de la diversidad sexual, la mayoría ya publicados en anteriores volúmenes, como se indica en cada caso.

Por razones entendibles, todos distan de las versiones originales: a saber, la evolución de mi propio pensamiento, de la ciencia en la que se apoyan y de otras disciplinas cercanas y, por tanto, de los propios enfoques, más allá incluso de las variaciones que el metalenguaje empleado sufre constantemente. Sin embargo, mantienen un hilo rector, un cordón umbilical: el análisis en torno al cine que aborda aspectos y problemáticas relacionados con las diferentes identidades eróticas, desde perspectivas también diversas que, teniendo como pauta también común la identidad de género, han insistido en un punto esencial: lo estético.

Todo lo anterior se vincula íntimamente con el quehacer del cineclub Diferente, al cual se dedica la segunda parte del volumen. Mi labor como coordinador del espacio desde hace más de seis años, no solo ha redundado en mi propio enriquecimiento intelectual, en mi necesidad de estudiar (e investigar sobre) las materias con las cuales se relaciona este tipo de cine (la medicina, la psicología, la sociología…), sino que ha fortalecido mi trabajo como promotor y crítico, al insistir en que el análisis en torno a lo conceptual y lo semántico no extravíe jamás la brújula artística. Es indispensable partir de la concepción del cine como arte, y no usarlo cual simple vehículo propagandístico en la lucha contra la homofobia y por el conocimiento y la profundización en torno a las identidades eróticas y sus peculiaridades con una perspectiva de género, sin que deje de cumplir esa importante misión.

Cuando, a mediados de los años noventa del siglo pasado, escribí la ponencia «El cuerpo del otro» para presentarla en una de las ediciones del Taller de la Crítica Cinematográfica en Camagüey, apenas conocía la teoría queer, tan relacionada con su plataforma analítica. Con algunas actualizaciones y adiciones, lo incluí en un libro posterior[1]. Poco después, al adentrarme en dichos estudios, comprobé que intuitivamente había arribado a conclusiones similares a las de algunos de sus principales sustentadores, mas era aún necesario referenciarlas y dejarlas sentadas, relacionarlas con los temas que se iban tratando en el desarrollo del texto (el corpus de «El cuerpo…»), procurando que se apoyaran, al fin conscientemente y con pleno conocimiento de causa, en el sustento teórico más pertinente. De ahí la actualización que el ensayo evidencia ahora, aunque la esencia de su formulación inicial se mantenga.

En términos generales, en él se analiza cómo filmes de distintas épocas, países y autores han focalizado el cuerpo como objeto de deseo, ora enfermo, ora semejante en lo físico, ora travestido o definitivamente transformado respecto a su forma original, pero siempre protagónico en el punto de vista de cada abordaje. Ello empalma con los presupuestos esenciales de la teoría queer, la cual

[…] no reconoce la diferencia sexual como punto de partida para comprender la sexualidad, de hecho enuncia que las normas de género operan como una especie de guión cultural que preceden al sexo, y que este a su vez es una creación subjetiva y simbólica desde las diferencias anatómicas del cuerpo. Estas normas —heterosexistas, claro está— son prescripciones que se aplican de forma repetitiva a través de símbolos lingüísticos históricamente determinados. Son una especie de performance que se asigna culturalmente, que moldea los cuerpos, los etiqueta, y niegan su compleja multiplicidad y diversidad (Butler, 2007).

Lo queer reinterpreta al género y al deseo despojados de sus significados clínicos. Considera al sujeto como un ente único, irrepetible, cuya construcción de la sexualidad es dinámica, inestable, maleable, dúctil, en constante cambio. Apela a una deconstrucción progresiva de las representaciones simbólicas del lenguaje sobre el cuerpo y el deseo y de las prácticas opresivas y asimétricas en relación con la sexualidad[2].

En ese ensayo inicial ya abordaba una de las poéticas que con mayor vehemencia y originalidad trataba el tema, aunque trascendiéndolo: el cine del manchego Pedro Almodóvar, que en la época hacía furia donde fuera exhibido y particularmente entre nosotros, incluso mucho antes de que comenzaran las llamadas «aperturas» y reivindicaciones sexuales que tuvieron al filme cubano Fresa y chocolate (Titón y Tabío, 1993) como incuestionable pivote, y al cual, no gratuitamente, se le dedica aquí tratamiento aparte[3].

Para Almodóvar el cuerpo —el deseo que implica— es legítimo en todas sus manifestaciones, ajeno a etiquetas, por encima de éticas y preceptos morales. El realizador no juzga nada: todo le parece normal y aceptable o, cuanto menos, humanamente entendible —no es casual que su productora se llame El Deseo—, de modo que sus filmes pudieran leerse también como criaturas de lo queer.

En «Todo sobre carnes trémulas: algunas claves para una aproximación al cine de Pedro Almodóvar», también incluido en otro libro anterior[4], se estudia la sui géneris relación de don Pedro, a lo largo de su obra, con la diversidad sexual —incluyendo el peculiar y protagónico tratamiento de la(s) sexualidad(es) femenina(s)— recortada contra el contexto sociocultural español. Se acciona así otra herramienta empleada en todos estos ensayos: la relación de los textos fílmicos con la sociedad en el momento histórico en que se producen, la e/involución del pensamiento «oficial» y las posturas alternativas, el posible diálogo entre los cineastas y sus contextos.

Esto se aprecia también en los artículos dedicados al abordaje del tema por el cine latinoamericano y, específicamente, el cubano. En ellos se intenta rastrear la evolución conceptual y morfológica respecto al asunto general (la diversidad sexual) y las peculiares identidades, con énfasis en un sujeto hasta entonces prácticamente inexistente o, cuando menos, ajeno a la visibilidad que ha ido adquiriendo en el nuevo milenio: el trans[5], término que ha conocido variaciones y ampliaciones semánticas aquí también reflejadas[6], según se rastrea en varios estudios.

Otra identidad apenas focalizada por el cine anterior al siglo XXI es el intersexo o andrógino (antes llamado hermafrodita), cuya presencia concreta en el filme argentino XXY se analiza en «Contracorriente: algunas lateralidades en las ficciones latinoamericanas contemporáneas», artículo en el cual se hallará una referencia suficientemente amplia de los estudios de una de las más reconocidas especialistas en el tema, la doctora Anne Fausto-Sterling.

Resulta de particular interés el hecho de que, en nuestra región, también la documentalística crecientemente se ocupe del tema. En mi condición de rastreador sistemático del cine latinoamericano, me llama la atención el seguimiento profundo, original y, muchas veces, artísticamente encomiable que numerosos cineastas sostienen sobre las mencionadas identidades y sujetos, su desarrollo dentro de las sociedades y la lucha que individual o colectivamente emprenden contra la homofobia internalizada e institucionalizada. Tal quehacer fílmico se ha traducido incluso en premios importantes.

Que un filme como el brasileño Olhe para mim de novo —sobre un transgénero (mujer-hombre) en el nordeste del gigante sudamericano— haya obtenido el lauro de Telesur en una reciente edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, o que El Evangelio según Ramiro —de un realizador cubano de las nuevas hornadas, asociadas a la Muestra Joven del Icaic— recibiera nada menos que el Primer Premio Coral en otra edición del prestigioso certamen, son hechos que hablan elocuentemente de ese boom de la documentalística latinoamericana en torno a la diversidad sexual[7]. Y más allá de los galardones, algo aún mejor: la positiva recepción que el público, o por lo menos una considerable parte del mismo, está tributando a un género, como es sabido, no precisamente favorecido por las mayorías.

Dentro de este contexto regional, por razones obvias me seducen los rumbos que ha tomado el cine diverso-sexual en nuestro país. Desafortunadamente, heredamos un pasado colonial homofóbico, discriminatorio, ignorante y excluyente que, en buena (mala) medida, continuó, disfrazado o explícito, en la sociedad posterior a 1959.

En «Fresas no tan silvestres. Buceando en el audiovisual cubano» se intenta un análisis de los antecedentes, senderos, evoluciones, tanto del pensamiento sobre tales otredades (primero, el homoerotismo, después, otros sujetos con él relacionados), como de la manera en que el cine los ha ido incorporando a medida que han ido adquiriendo visibilidad social. Para ello, como en cada uno de los textos que integran el libro, se establecen jerarquías estéticas; lo mismo en la ficción que en el documental, dentro del cine mainstream (léase Icaic) o en las irreverencias y rebeldías de la obra de los nuevos realizadores.

Llegados a la segunda parte del volumen, tratamos la experiencia de más de seis años que el cineclub Diferente, con el auspicio del Cenesex y el Icaic, ha llevado a cabo en la capital y otras ciudades del país. En tanto su coordinador principal, ofrezco testimonio acerca del proyecto —objetivos, significado, logros…—, presento su repercusión nacional en la prensa periódica y especializada, y compilo un conjunto de reseñas puntuales sobre algunas de las películas que han conformado la programación mensual y han evocado los enriquecedores debates que siempre han seguido a las proyecciones. En las reseñas seleccionadas, podrá apreciarse mi propia y progresiva «alfabetización», en tanto crítico, en las materias abordadas, consecuencia del estudio individual y, más que nada, de la verdadera escuela que ha sido el cineclub, no solo para su extenso y variopinto público, sino, en primer término, para mí.

La asistencia y participación sistemática de psicólogos, sociólogos, médicos, expertos del Cenesex —comenzando por su directora y gestora, Mariela Castro, quien sobre todo en los primeros años no faltaba ni a uno solo de los encuentros—, y la amplia representación de las identidades eróticas en los debates, me ha ido permeando de una terminología[8] científica cada vez más precisa en las definiciones y abordajes, la cual fui incorporando a mis comentarios, no como alarde o pedantería, sino persiguiendo la funcionalidad y exactitud requeridas dentro de una ciencia que evoluciona y, con frecuencia, muta con relativa celeridad.

Aun así —y creo no sobra la aclaración—, el libro no está destinado precisamente a expertos en sexología o ciencias afines, sino a los amantes de ese tipo de cine que aborda sus objetos de estudio en toda su riqueza y diversidad (o, simplemente, a los amantes del cine en general).

De modo que los textos aquí agrupados guardan una esencial relación. Escritos en diversos momentos, desde conocimientos a veces parciales o incompletos, discursan sobre la relación del cine con ciertos aspectos de eso tan rico y diverso llamado sexualidad(es)[9]. El libro, entonces, pretende un diálogo, una suerte de pausa reflexiva en torno a lo que hasta el momento hemos, más que logrado, pretendido en la lucha por desterrar la homofobia de la sociedad cubana contemporánea, tomando como aliado y objeto de estudio al buen cine de todos los lares que hemos sumado al empeño, para promover, desde sus influyentes y expresivos códigos, un poco más de (re)conocimiento sobre esas otredades eróticas que han sufrido incomprensión, discriminación, prejuicios desde que el cine y, antes, el mundo, son; aquellas que, desde hace ya mucho tiempo, reclaman, exigen, su lugar bajo el sol.

 

Frank Padrón, mayo de 2014

 



[1] Cfr: Frank Padrón: «El cuerpo del otro. (Sida, androginia, travestismo y homo-bi-transexualidad en el cine contemporáneo)», en Más allá de la linterna, Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 2000, pp. 38-78.

[2]Alberto Roque: Homoerotismo, multiplicidad de cuerpos y biopoder. Ponencia presentada al Coloquio “Erotismo y homoerotismo en la obra de Servando Cabrera Moreno”, Biblioteca Nacional, 26 de noviembre de 2013.

[3] Ver aquí «Sabor a diversidad: Fresa y chocolate», pp. xx-xx.

[4] Cfr. Frank Padrón: La profesión maldita, Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 2005, pp. 119-133.

[5] Este término es utilizado para identificar a las personas que sienten una inconformidad entre su identidad de género y el sexo asignado al nacer. Tal denominación engloba la expresión de las siguientes especificidades:

  • transgénero: término político que surgió para denominar a todas las personas con identidades de género no conformes; hoy día identifica a quienes no sienten pertenecer a ninguno de los dos géneros.
  • transexual: ser con genitales propios de un sexo pero con una profunda y permanente convicción de pertenecer al otro género, lo cual no obedece a trastorno mental ni orgánico alguno.

[6] Para estas conceptualizaciones inicialmente acudí al sitio web del Centro Nacional de Educación Sexual (www.cenesex.cu). Sin embargo, a mediados de la primera década del siglo XXI, tras la despatologización de lo trans, se abrió aún más el término al incluir manifestaciones artísticas por algunos llamadas «transformismo» (drag queens, drag kings, travestis…), no necesariamente vinculadas a la sexualidad de sus ejecutores. Esto me condujo a consultar otras fuentes, como el texto «Transsexual Discourses and Languages of Identification», de Jason Cromwell, recogido por Linda Alcoff y Eduardo Mendieta en su libro Identities: Race, Class, Gender and Nationality (Oxford: Blackwell, 2002, pp. 259–268).

[7] Ver aquí «Intimidades entre Shakespeare y Silvio Lucio», pp. xx-xx.

[8] Otros términos que con frecuencia se hallarán aquí son:

LGTB: Sigla que identifica al movimiento que agrupa a lesbianas, gays, trans y bisexuales (últimamente se ha adicionado la I de intersexo).

Gay: vocablo de conocimiento ya más generalizado, procedente del idioma inglés, con el cual, desde hace varias décadas, se identifica a los homosexuales, primeramente solo masculinos, y recientemente, en una ampliación que indica toda una concepción cultural, a las lesbianas.

También aparecen términos muy vinculados a la aludida teoría queer, como heteronormatividad o perspectiva heterosexista.

[9] Aunque pudiera sonar obvio, quizá no sea excesivo aclarar el carácter puramente convencional, metodológico, que anima a la mayoría de estas (de)nominaciones, las cuales, en puridad, debieran escribirse todas en plural, como hemos procedido desde el título de este capítulo introductorio. No existe en absoluto un único modelo gay, o lésbico, o trans, como tampoco exclusivamente hetero: la diversidad sexual lo es, también, en el interior de este amplísimo lexema, como trasunto de la propia diversidad humana.

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