La homofobia ha sido el instrumento machista utilizado por la humanidad para enfrentar a las personas que tengan el valor de desarrollar una sexualidad sana y libre de tabúes contraria al estereotipo masculino que ha imperado durante siglos. A pesar de que la homosexualidad ha existido y ha tenido diversas manifestaciones a lo largo de la historia de la humanidad, en la actualidad, debido a las manifestaciones contemporáneas de homosexuales; a mi juicio, más libres aunque lamentablemente aún indefensos en muchas partes del mundo de las cuales Cuba no se escapa; y las actitudes de aquéllas personas que por no entender o no querer hacerlo por temor a romper con estigmas sociales casi que canónicos establecidos en el tiempo, discriminan y atropellan a aquéllos; se enfrentan ambos como si se tratara de una “lucha de clases”.
Considero que si en esencia se trata de aceptar y respetar a las personas por su orientación sexual, como mismo nos respetamos y aceptamos con nuestras concepciones espirituales, culturales, éticas, estéticas, morales etc. diversas todas por la propia naturaleza biopsicosocial del ser humano, que hace que cada persona sea diferente y analizando que precisamente es esa diferencia y la forma en la que distintas personas observan un mismo fenómeno desde distintos puntos de vista, lo que ha posibilitado el desarrollo cualitativo y constante de la humanidad, por qué la sociedad no acaba de dejar de ver la homosexualidad como un peligro existencialista o como un “defecto”, deformación de la personalidad o enfermedad mental y respecta los derechos de esa amplia gama de individuos que conforman lo que se ha dado en llamar LGBT. Independientemente de que la Organización Mundial para la Salud (OMS por sus siglas en inglés) haya retirado el 17 de mayo de 1990 la homosexualidad como un trastorno psiquiátrico, la aceptación de la homosexualidad por parte de la sociedad va más allá de la simple declaración de un organismo internacional, que aunque ha ayudado en el respecto a estas personas, corresponde a cada persona y a la sociedad en su conjunto integrarlas a todos los espacios de la misma y reconocerles los mismos derechos que para el pleno desarrollo de las personas de orientación heterosexual ha creado.
En un simple análisis de la Historia General del Estado y el Derecho, como pilar que ha marcado el desarrollo de la humanidad, se hace patente el hegemonismo ejercido por la iglesia a lo largo de la historia en aras de alcanzar y mantener el poder político, económico y social. Paralelo a ello es hoy la fuerza que mayor resistencia opone a la aceptación de la homosexualidad, patentado en la penalización que recibe este variante del comportamiento sexual humano en países con una amplia influencia religiosa en el control del Estado como son los Estados Islámicos. Todo lo cual influye de manera negativa en la apreciación psicológica que hacen las personas sobre este fenómeno social que reviste hoy gran importancia por la cantidad de capital humano implicado.
Internacionalmente hace varias décadas se venía realizando énfasis en la eliminación del apartheid y todo tipo de discriminación racial y de violencia de género como aspectos de denigran la personalidad y ensombrecen la historia de la humanidad, alcanzando tristemente su apogeo este último aspecto en los campos de concentración hitlerianos en la década del 40. Hoy, cuando casi todos los países del mundo tienen regulaciones que prohíben la discriminación racial y la violencia de género contra la mujer, se hace necesario entonces, que también se proteja contra la homofobia y la transfobia como manifestaciones contemporáneas de discriminación y de implantación de modelos machistas que se fomentan aún más en la tolerancia en países como Ghana, Sierra Leona, Kenia, Zimbabue, Belice, Jamaica y Granada, de la homosexualidad en mujeres y la prohibición legal de la homosexualidad masculina que es castigada desde 10 años de privación de libertad hasta la pena de muerte, datos estos que reflejan la cultura machista de esos pueblos que admiten la homosexualidad a conveniencia de la satisfacciones de los intereses masculinos.
Las características de Cuba, el sistema de gobierno, su carácter de Estado laico que responde a los intereses del pueblo y la sociedad en su conjunto, hacen más factible para nuestro país la aplicación de políticas de tolerancia e inclusión que van desde la familia, como célula fundamental de la sociedad, hasta ésta en su conjunto. Si bien estas herramientas favorecen la inclusión de las personas LGBT, falta mucho por hacer y por trabajar para cambiar la mentalidad machista y la cultura hegemónica y tradicionalista heredada por nuestro pueblo de las épocas colonial y pseudorepublicana. La ardua tarea que lleva a cabo hoy el CENESEX con la excelente conducción de Mariela Castro Espín para la transformación de la sociedad cubana con el apoyo decisivo del Estado patentado en el respaldo realizado en el VI Congreso del Partido para eliminar todo tipo de discriminación incluyendo la homosexual y de género, necesita de garantías legislativas e institucionales para ir fomentando la cultura del respecto en el pueblo en aras del desarrollo del hombre. No se trata de “imponer”, sino de regular los derechos que le asisten a las personas LGBT, que no deben ser otros que los mismos que le asisten a las personas heterosexuales como en su momento se hizo con la eliminación de todo tipo de discriminación racial patentada en la Constitución socialista de 1975.
Junto con ello se hace necesario un trabajo psicosocial, ideológico y cultural a favor de la inclusión que sea cada vez más competente, no sobre la base de la imposición de criterios sino del razonamiento lógico, la asertividad, la comprensión, la empatía y los valores humanos que tanto se le reconocen internacionalmente al pueblo cubano. Un reto a combatir por parte del CENESEX en su labor, es el formalismo con que disfrazan las instituciones educativas los talleres y espacios de debates sobre el tema de la diversidad sexual. Recuerdo que en lo que a mi criterio fue in intercambio ameno, instructivo y motivador, lo que se dio por llamar conferencia, impartida por Mariela Castro Espín, el pasado 17 de mayo de 2013 en la Universidad de Ciego de Ávila, como sede central la capital avileña de las actividades por el día contra la homofobia, en conversación a priori con profesores de la facultad, observaba con tristeza como estaban ellos en la conferencia para cumplir “un plan” , “una tarea”, algo que pasaba de ser voluntario a “obligatorio”. En intercambios de este tipo con ellos, de manera individual y sin intencionalidad, pude constatar como algunos no estaban de acuerdo con el desfile de la diversidad y con lo que dieron en llamar “excesiva propaganda y publicidad” con comentarios referidos a que si las personas LGBT quieren que la sociedad los acepte deben comenzar a ser “los mejores” en su centro de trabajo, comentario que considero subordinante, que como mensaje subliminar da a entender, a mi criterio, que la aceptación por parte de la sociedad de las personas LBGT es un “derecho” que ésta se reserva y que es necesario cumplir determinados requisitos para que sean aceptados, como si estuviéramos hablando de una plaza de trabajo para la cual hay que reunir determinadas características y aún así dejar al libre arbitrio la concesión de este “beneficio” que sería la aceptación. Comentarios como estos no están evidentemente fundados en los Principios de Yogyakarta, ni en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, documentos internacionales más importantes en cuanto a la regulación de los derechos de las personas LGBT y los de todas las personas por considerarse como tales, respectivamente. Esto unido al echo particular de que en una facultad, para celebrar un pequeño acto contra la homofobia era preciso que estuvieran presentes 2 homosexuales, como quórum básico para realizar el acto, da fe del formalismo lastrante que entorpece y socaba el objetivo perseguido por el CENESEX referido al respecto y la inclusión de las personas LGBT. Queda entonces un profundo trabajo por hacer en las universidades como casa de altos estudios y principal promotora de valores humanos en los jóvenes, como portadora de las nuevas generaciones y formas de relación social; que debe comenzar por los profesionales vinculados a la labor educativa como máximo exponente del conocimiento en un aula universitaria y como paradigma de formación de los estudiantes que en todo caso, son portadores de la conducta y la forma de pensar que se les trasmite en las aulas, independientemente de sus concepciones personales. Trabajo este que debe ser, a mi juicio, progresivo e interdisciplinario y particular con cada colectivo a trabajar, ajustándose a las características del mismo para un eficiente aprovechamiento de las capacidades intelectuales y psicosociales del mismo. Concluyo con una reflexión de la psicóloga María Antonieta Rodríguez Arce recogida en su libro “Que hacer con mi vida” muy a propósito para el comentario: “Cuando se sacrifican con frecuencia los derechos, se enseña a los demás a aprovecharse de ello.”
Yordani Fernández Hernández / Estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad de Ciego de Ávila “Máximo Gómez Báez” / 22 de mayo de 2013.